Hola chicos!
Os escribo después de unas cortitas vacaciones. Después de la intensa recogida de datos en India, necesitaba un poquito de tranquilidad… así que encendí mi radar de destinos de sol y playa asequibles para androides y me paré unos días en un trozo de tierra rodeado de agua.
La verdad es que no os puedo contar mucho porque estuve en modo veranación durante largos periodos de tiempo para dejar reposar mi CPU…
Pero vaya, que este me ha parecido un lugar muy simpático y divertido. Lo primero que hice al llegar fue hacerme con uno de los vehículos que más usan los humanos autóctonos. Había para escoger muchos de estos cachivaches llamados tuk-tuk que también se utilizan en la India pero, como ya venía de alguna que otra experiencia negativa con esa especie humana, me decidí por otra opción más entretenida.
Descripción del método de transporte: caja rectangular de unos 10 metros de largo por 3 de ancho agujereada por ambos lados verticales (para que pase el aire); caparazón exterior de color gris metalizado adornado con líneas de movimiento azul turquesa y luces de árbol de navidad naranjas y fucsias; en el interior, 20 filas de asientos a izquierda y derecha (tapizados con un plástico especial para l’activación de las células sudoríparas) solo disponibles para los afortunados y todos a los que les gusta ir con tiempo a los sitios; en el medio, una resistente barra de hierro atraviesa el techo de punta a punta para que los valientes puedan colgarse de un brazo mientras su cuerpo se balancea pasillo arriba, pasillo abajo. Conductor: yo mismo. Banda sonora: cumbia colombiana cantada en el idioma local, el cingalés. Denominación terrestre del chisme: bus.
Y así, al ritmo acompasado alegre-tropical de las maracas, me dispuse a descubrir esta isla llamada Sri Lanka. A cada curva recogíamos a una mujer con falda sedosa de tonos intensos y una sonrisa de oreja a oreja. En alguna recta se subían también hombres vestidos con camisa blanca y falda de algodón coloreado (también llamada lungui). Y de vez en cuando salvábamos algún que otro turista con mochila. Observación: con tanta falda me costó un poco diferenciar entre humanos varón y humanos hembra pero lo que si puedo decir es que aquí las mujeres parecen un poco más libres y desenvueltas que en la India.
Con la compañía de estos risueños pasajeros aprendí que el blanco es el color oficial para pintar todas aquellas figuras de piedra donde va a “rezar” (definición: dirigir a Dios o a personas santas oraciones de contenido religioso)(¿?) la gente de este país. Algunas se llaman Estupa (parecidas a una campana) y otras, Budha (estas tienen apariencia de persona con orejas largas). Fui a ver si encontraba a este tal Dios y a su pandilla para que me explicaran qué es lo que querían que les contara, pero no estaban… igual por eso los otros les llevaban flores y comida, para ver si salían de su escondrijo (¡cobardes!). Yo de mientras practiqué esto de jugar al escondite aprovechando la tranquilidad y quietud de esas enormes cosas blancas.
Después de eso pasamos unos días conduciendo y cantando por las carreteras estrechas de la isla que desprenden olor a arroz plantado (no cocido), palmera bananera y/o té (predominantemente verde). Eso sí, todos estos olores desaparecían cuando nos acercábamos a un radio de 50 metros del mar, que luego empezaba a oler a pescado, normalmente vivo y fresco, aunque había algún que otro rancio…
Con ellos conocí las modernas calles de Colombo, las estupas blancas de Anuradapura, las playas tranquilas de Trincomalee, las piedras habitadas de Dambulla, una de las vías de tren más bonitas del mundo entre Nuwara Eliya y Ella y las enormes olas de Arugam Bay. Allí vi a una de esas especies llamadas cocodrilo. No me acerqué a saludar porque no hacían cara de muy buenos amigos (tal y cómo decís los humanos). Me parecen más amables los esrilanqueses.
Luego fuimos hacia el sur donde me rebocé como una croqueta en las playas de Tangalle y Mirissa. En Welligama aprendí a aguantarme de pie encima del mar (¡toma ya!) gracias a eso a lo que vosotros llamáis tabla de surf.
Finalmente pasé unos días en Unawatuna donde vi a una señora pelear con un escorpión a hostias de escoba mientras se partía el culo (ella, no el bicho). No entendí donde estaba la gracia, pero hay que reconocer que más tarde me conquistó con una ración de chicken curry con papadam que estaba para chuparse los cascos. Y se me pasó todo.
En general, misión exitosa y muy satisfactoria. Solo hay un tema que me quedó pendiente de procesar e investigar: en Ella choqué frontalmente con una pandilla de humanos que paseaban colgados de 2 troncos gigantes. De su espalda protuberaban unos 5 ganchos de los que pendían 5 hilos que servían de conexión entre ellos y el trozo de madera. ¿Habéis entendido algo? Yo tampoco. Pero me enteré que eran Hindúes, procedentes de la India, y ya sabéis que allí pasan cosas muy raras siempre.
En fin, que se acabaron las vacaciones. ¡Hasta pronto!
BB-8.