Hola chicos, ¿Cómo estáis?
Os escribo desde el tren, camino a Ekaterinburgo. No he podido escribir antes, pues mis conexiones se han visto afectadas por el repentino cambio de temperaturas entre Barcelona y San Petersburgo.
Creo que tengo unos cuantos receptores que han quedado rizados con el frío. He enviado ya las incidencias oportunas al Centro de Operaciones Extraplanetarias pero después de los recortes efectuados por el Comité Intergaláctico ante el descenso de resultados suculentos de las últimas expediciones, creo que van a tardar unos días.
Os adjunto aquí los informes elaborados para las 2 últimas ciudades que he visitado.
San Petersburgo | Санкт-Петербург
Hora de llegada a la ciudad: 06.00h del día 03 de Marzo de 2017. Temperatura: -1Cº. Humedad relativa del aire: 56%. Vientos: tranquilo. Estado de la mar: completamente helado.
Resultado de la primera exploración en territorio Ruso: satisfactoria.
La adaptación ha sido rápida.
Después de unos cuantos tumbos alrededor de la misma agrupación de edificios buscando donde dormir la primera noche, me he dado cuenta de que existían 2 cosas básicas para sobrevivir al frío de este lugar: un abrigo largo y negro y un conejo peludo para proteger mi cabeza. Así que después de descargarme la extensión de tiendas de fauna y flora en San Petersburgo y de adoptar la forma de humano turista disfrazado de viajero mochilero me dispongo a buscar la tienda de conejos más cercana.
– Buenos días Señora, querría un conejo para mi cabeza. Soy nuevo aquí, así que querría el más peludo que tenga. No vaya a ser que se me congelen las antenas.
La chica de la tienda me contesta con un ruso tan rápido y enfurecido que mi sistema es incapaz de entender ni traducir ni media palabra de su respuesta… ¿Habré hecho algo malo? Igual me habré equivocado de tienda, así que me dispongo a salir otra vez… – Подождите, сэр, вы ищете в шляпе? (Os lo traduzco: espere, señor, está buscando un sombrero?)
– No – le digo –. Estoy buscando un conejo. Fuera he visto que la mayoría de hombres y mujeres llevan uno en sus cabezas para protegerse del frío. Pero tranquila, buscaré en otro lugar, no quería molestarla.
La mujer se pone a reír descontroladamente. Empiezo a detectar un comportamiento extraño en el ser humano de categoría “rusa” que no había detectado en otras especies. Estos pasan del estado enfadado al estado contento en menos de un segundo. Y todo esto, sin motivo alguno. Al menos, del que yo me haya podido percatar.
– No es un conejo lo que lleva la gente en sus cabezas, señor, son sombreros y capuchas hechas con pelo de animal. No se puede vivir en esta ciudad sin un buen material de abrigo. ¿Quiere uno?
– La verdad es que me deja más tranquilo, señora – le contesto con mi Ruso aprendido en el cursillo acelerado en Google Translator –. Me llevaré uno de estos color pelo castaño, gracias.
Después de este incidente medio patoso pero exitoso me dispongo a visitar los puntos de la ciudad catalogados como de “interés turístico” en el mapa descargado. Paseo por la Nevsky Prospect, la Catedral de Kazan, la Catedral de Savoir on the Blood, la Dvortsovaya Ploshchad (una plaza, sin más) y la Catedral de St. Issac. Nunca he entendido esta obsesión que tenéis los humanos con construir grandes y elocuentes edificaciones llenas de materiales de los más valiosos en las que solo entráis para estar en silencio y contemplar. Pendiente de investigar.
Al día siguiente paseo largo y tendido por el Hermitage, el antiguo Palacio de Invierno de los Zares Rusos (por lo que he leído, fueron una familia muy importante en la historia de Rusia, antes de que los mataran) que hace unos años se convirtió en un museo muy pero que muy grande. Hasta donde llega mi entendimiento androide, diría que es un sitio donde comprender mejor de donde venís los humanos. Detecto informaciones estáticas de alto valor y de diversas partes de la Tierra pero me es imposible descifrar mucho más, está todo escrito en ruso y hay una muchedumbre que no puedo atravesar.
La ciudad está llena de coches y puentes (La Venecia del Norte, dice Wikipedia). Todos ellos teñidos de una sustancia que mi sistema identifica como “sal” (sal?). Esto le da a toda la ciudad un aire grisáceo y un poco sucio, para ser sinceros.
En búsqueda de aire más frío aún, avanzo hasta el río Neva. Estado del río: no se detecta ni pizca de agua en su estado natural. Varios humanos cruzan de un lado a otro sin ningún tipo de medio de transporte acuático así que me aventuro a hacerlo yo también. Desde el medio del río, sin necesidad de adecuar la forma de un pez, descanso unos minutos contemplando los colores vivos e intensos que recubren toda la ciudad. Un palacio color turquesa, otro azul marino, una catedral multicolor, una cúpula de oro viejo, una casita rosa pastel, otra de verde manzana… De repente, me doy cuenta que son las 8 de la tarde, suena la alarma de mi sistema zampabollos.
Mientras me despido de la ciudad, de camino al hostel donde pasaré la última noche, me cruzo con 2 individuos aparentemente humanos. Por razón desconocida les cuesta avanzar en línea recta y por ello buscan el equilibrio el uno con el otro ayudados de una botella de vidrio en la que puedo leer “Moskovskaya”. Tal y como sus mejillas enrojecidas demuestran, parecen alegres y acalorados, igual por eso se dirigen hacia el río.
Moscú | Москва
Hora de llegada a la capital: 06.45h del día 07 de Marzo de 2017. Temperatura: 1Cº. Humedad relativa del aire: 90%. Vientos: inexistentes. Estado de la mar: tranquilo.
Incidente a primera hora de la mañana: fallo en el sistema de adaptación al terreno.
Después de un desayuno humano de estos rápidos, de café de máquina y poca cosa más, me he atrevido a acercarme al centro de Moscú. Allí donde he leído que se deciden muchas cosas entorno al futuro de la buena convivencia entre los diferentes países del planeta.
De camino allí, me he visto enfrascado en un accidente que casi me cuesta una carcasa nueva y la reparación total de mi de navegación. Una calle denominada Гоголевский бульвар me ha jugado una mala pasada adoptando de repente la forma de una pista de hielo. Sin poder preparar mi sistema de avance ante esta nueva situación he empezado a tambalear de banco a farola y de farola a banco sin cesar. No había donde agarrarse ni barandilla de la cual fiarse.
Resultado del incidente: cuatro rasguños, una pequeña abolladura y un importante aprendizaje, necesito adquirir cuanto antes las suelas de total adherencia que utilizan los rusos para avanzar sin problemas por esta ciudad.
Una vez a salvo, sin darme cuenta, me he encontrado otra vez delante de una cúpula de oro viejo. Esta vez correspondía a la Catedral de Cristo Salvador. Mi sentido extraterrestre me dice que es de tamaño importante, pues es difícil verla entera de una sola ojeada.
Desde allí, mi GPS me dirige hacia el Kremlin (el punto importante que comentaba antes). De camino, me parece recibir unas señales sonoras que me son familiares. Será otro enviado especial? Son más de uno. Una invasión? Cada vez suenan más fuerte, cada vez más cerca de mi…Los veo! Son naves completamente negras, emiten también una señal lumínica de combinación roja-azul-azul-roja-azul. No consigo identificarlas. Avanzan a la velocidad de un rayo esquivando el resto de coches. Se dirigen al mismo sitio que yo. Qué hago? Me recuerda esto a una de las películas que vi durante mi cursillo intensivo sobre “Cultura Humana y otras milongas para sobrevivir unos meses en la Tierra”. Si no me traiciona el disco duro, de nombre, Golden Eye (007).
Llegados a mi destino, las pierdo de vista. Parece que se han escondido detrás de la fortaleza con la que yo acabo de tropezar. Huyendo del acecho de los humanos categoría “soldados” me cuelo en ella por una rendija y aparezco en un lugar llamado Plaza Roja. UAU! Esto es mucho más inmenso de lo que imaginaba. Las naves han desparecido como por arte de magia pero esto ya no importa… Dichosos sean mis receptores! Muy pero que muy al fondo, atisbo un nuevo edificio de estos de grandes cúpulas y muchos colores, esta es la Catedral de San Basilio. A mi izquierda, un edificio interminable del que no para de entrar y salir gente. Los humanos le llaman “centro comercial” (he leído que se trata de un lugar donde intercambiáis monedas de bronce por productos de mucho valor). A mi derecha, al otro lado del muro, más cúpulas de oro viejo. A mitad de camino, entre el edificio de colores y yo, un grupo de humanos categoría “soldados” vigilan una puerta de lo que parece un laberinto secreto para llegar hacia las naves que antes me perseguían. Me acerco a ellos pero rápidamente veo como, con los ojos entrecerrados y cara de pocos amigos, se disponen a interponerse en mi camino. Detrás de ellos identifico una palabra gravada en el mármol que me llama la atención: “LENIN”. Este nombre también me recuerda a algo. Creo que es un personaje importante que salía en otro de los libros que leí antes de venir: “Historia Contemporánea del Planeta Tierra”. Si no recuerdo mal, murió. Así que intuyo que esto será su tumba.
No contento con el resultado de mi misión, decido adoptar la forma de humano-soldado para así poder colarme hasta donde intuyo que se esconden esos indeseables. Efectivamente, andando con paso firme, el Ushanka (gorro de tipo ruso) en mi cabeza y el escudo del ejército en mi chaqueta paso totalmente desapercibido. Y efectivamente, allí están, delante del tan famoso Kremlin esperando recibir órdenes de toda esta gente importante que parece que deciden cosas.
Una vez resuelto el enigma, me quedo a dar una vuelta por aquí. El silencio y la opulencia dominan el lugar. Será cosa del poder. O de la herencia de los Zares teñida de una no tan fina capa de Comunismo.
De repente, veo pasar un grupo de humanos categoría “chinos” que avanzan en fila India cámara en mano. Por sus caras sonrientes al verme creo que seré bienvenido al grupo así que me uno a ellos. Salimos del recinto y seguimos visitando el centro de la ciudad. El Teatro Bolshoi, la Avenida Tverskaya, el palacio de madera del Zar Alexey Mihailovich y también el parque de Kolómenskoye.
A diferencia de San Petersburgo, veo mucho más ambiente. Es miércoles, hace frío y no paro de encontrarme con ríos de gente por la calle. Entre ellos detecto un patrón de repetición: la mayoría de seres humanos de género femenino llevan en sus manos una o varias flores, principalmente de la categoría “Tulipas”. Resultado de mi búsqueda en Google News: hoy es 8 de Marzo y celebran que hace 100 años empezó la Revolución Rusa contra el Zarismo. Una sublevación que empezó después de una larga lucha contra la guerra en manos de un grupo de obreras textiles de la ciudad de Petrogrado. Por este motivo los chicos regalan flores a las chicas. Además, es el día de la Mujer.
Bonito día para despedirme de Moscú. Próximo destino: Ekaterinburgo. Medio de transporte: Tren Transiberiano.
Os espero allí,
Atte,
BB-8.