Hola pequeño BB-8, ¿Cómo estás?
Nosotros te escribimos también desde el tren, dirección Irkutsk. Hemos pasado por San Petersburgo, Moscú, Ekaterinburgo y Novosibirsk pero ha sido imposible encontrarte.
Después de 11 días y más de 3.000 km recorridos en tren, empezamos a asimilar que casa, nuestros padres, familia y amigos, nos quedan ya muy atrás.
Casa ha pasado a ser este tren Transiberiano que tanto estamos disfrutando.
Una casa en la que apenas disponemos de 2 metros cuadrados de espacio, los cuales tenemos que compartir amistosamente con las diferentes familias rusas que han pasado hasta ahora.
Una casa en la que hibernamos durante más de 24h seguidas y de la que salimos solo para airearnos y visitar las ciudades más sugerentes que vamos encontrando por el camino.
Una casa que vive con el reloj de los moscovitas, aunque cada vez nos queden más lejos y a más franjas horarias de distancia.
Una casa con una cama donde descansar a la vez que leer, comer, volver a leer, pensar, abrazarnos, aprender algo de ruso, escribir, pasar mucho calor y volver a (casi)dormir. Tema ducha está difícil.
Una casa donde, sin querer, hemos aprendido de la timidez de los rusos. Tan ásperos de aspecto pero tan risueños cuando quieren ayudarte y su incapacidad de hablar inglés se lo impide.
Una casa con unas vistas cálidas y privilegiadas a la imponente y frígida estepa rusa, cubierta de una manta de nieve que le da un aspecto dulce, mullido e inquietantemente sereno.
Una casa que avanza sostenida en el tiempo, de puntillas, desde donde vemos los árboles y los días pasar.
Esperamos encontrarte pronto,
Un abrazo,
David & Airí.